Teníamos tantos sueños

gabriela foto blog 1No sé cómo explicarte. Pienso en mis niños, en el tiempo que dedico a confeccionar los disfraces de las funciones del colegio, a recoger piñas, a sacar la ropa de verano, a reunirme con los profesores. Y me resultan a veces devoradores de tiempo, la encarnación de un enemigo que tiene un solo objetivo, el de consumir mi energía, despistarme de mi misma, desviarme de la búsqueda de la verdad, de la poesía. Un arma destructiva poderosísima, bacteriológica, personalizada, diseñada para que la ames y le entregues todo lo que eres, aunque estés a medias, aunque quedara tanto por hacer en ti.

Los niños te convierten en alguien convencional, pragmática, que se contenta con una subida de sueldo o un buen descuento en abrigos. No sé cómo decirte. También sirven de excusa, es perfecto para explicar por qué la militancia, la vocación fallida, el arte, ya no lo ocupan todo.

Pienso en mis niños y me parece demasiado poco para la magnitud del universo. Pero es que son míos. Solo el miedo de perderlos, de que pase algo es tan potente, constituye una amenaza tan precisa que uno se vuelve conservador, precavido, recto. El miedo nos da la medida de nosotros mismos, de lo que podríamos perder, virgencita que me quede como estoy, que no pase nada, yo te cedo lo demás, no truinfar, no encontrarme, renunciar a la búsqueda, pero que no pase nada, virgencita, que crezcan bien, firmo lo que sea.

Esta sensación de ser demasiado afortunada, de estar viviendo los buenos tiempos y de saber que algo va a pasar, que recordaré sus pasitos diminutos, entusiastas, jadeantes, con una nostalgia insoportable y resignada.

Mi abuelo era un hombre seguro y conservador. Lo que se dice un individuo adverso al riesgo. EL que elije siempre no ir, no vaya a ser. Siempre supe que en mi familia teníamos mucho que perder aunque no sabía exactamente qué. Mi abuelo sospechaba de todo lo ajeno, como si llevara un boleto premiado en el bolsillo y estuviera empezando a anochecer.

Miro a mis niños cuando duermen y ya siento nostalgia. La vida es un juguete con pilas y hoy he vuelto a tener ese sueño extraño en el que aparecen ratas grandes como perros saliendo de un mismo rincón, como premonición de algo aún más grande, como aviso confirmación de que algo va a pasar. Es el mismo miedo que tenía mi abuelo. Ahora pienso que él creyó que permaneciendo inmóvil se salvaría. Se equivocaba pero cómo acertar.

 

 

 

Esta entrada fue publicada en maternidad. Guarda el enlace permanente.

Una respuesta a Teníamos tantos sueños

  1. Sandra dijo:

    Cuántas veces les habré dicho: hasta cuándo me dejarás darte besos, hacerte cosquillas y babearte de amor?

    Me gusta

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.