Escribo este post llena de dudas y una de las razones por la que lo escribo es porque yo misma no sé qué pensar. La parte buena es que, como no practico claramente ninguna tendencia de crianza, ni pertenezco a ninguna de las corrientes, tan contrarias, del feminismo, y además no tengo que vender libros, me siento libre para cambiar de opinión si alguien me convence de que estoy equivocada.
Así es como yo lo veo.
Hasta los años 70, existía el instinto maternal. Un deseo constante, universal, que nacía en el cerebro reptil de la mujer y que las mujeres normales satisfacían una vez que se habían casado sin darle tampoco muchas vueltas.
Después llegaron Simone de Beauvoir, la quema de sostenes y la píldora y, desde entonces, para muchas, ser madre o no serlo es una decisión racional que se toma rellenando dos columnas, la de los pros y la de los cons. En los pros la alegría, el reto, en los cons, el dinero, las renuncias. Para aquellas que tienen profesiones interesantes y que sueñan con hacer carrera, es inevitable preguntarse si va a ser compatible y a qué parte de su libertad tendrán que renunciar. El dilema hedonista que lo llama Elisabeth Balister en El conflicto: la mujer y la madre. Dilema que por cierto los hombres no tienen.
Muchas mujeres, es honesto decirlo, no estaban contentas con su trabajo antes de ser madres. Ya se sabe que el paro empieza por devorar a los más débiles y la crisis no ha hecho más que incrementar el número de mujeres que, cansadas de que las empresas las usen como kleenex cuando ya no sirven, deciden eliminar el trabajo de su lista de prioridades y dedicarse a los niños por un tiempo.

Businesswoman balancing work and family
Algunas, y no conviene generalizar, tienen también cuentas pendientes con sus madres, las madres ochenteras del levántate que no ha sido nada, no molestes al abuelo y si no te cenas el puré de postre lo tienes de desayuno. Madres de una generación en la que no depender económicamente del marido era el nuevo mantra, que habían tenido hijos siendo jóvenes y cuyas ansias de vida (social, profesional) germinaban al mismo tiempo que crecían sus hijos.
En este contexto entra en escena la crianza natural, tan milenaria, tan moderna. Mujeres que se realizan plenamente en su maternidad, pasan muchas horas junto a su cría, dan el pecho hasta que sea posible, fomentan la autoestima y practican la crianza respetuosa, que es una palabra que a mí me da rabia porque supone que las demás crianzas son despegadas o rancias con sus hijos. Las palabras son importantes, y las portavoces de estos grupos son en general un poco plastas y transmiten el mensaje de haber tomado un camino moralmente superior. La lógica pendular de las modas es aplastante: si nosotros veíamos dos horas de tele al día y jugábamos a mario bross, ahora llegan las madres del apego, que ofrecen a sus hijos texturas de madera y viven la maternidad como si la acabaran de inventar.
Contrariamente al culturalismo de la Beauvoir, esta nueva corriente sitúa a la maternidad en el centro del feminismo y exalta la diferencia: el instinto, el embarazo, el parto, la lactancia, y sublima la maternidad como la esencia desde la que podemos construir un mundo más justo e igualitario. Ser madre, el verdadero destino de la mujer que permite regenerar un mundo tan masculinizado y maltratado por los hombres.
Leo en la página de la Liga de la Leche que cada madre que da el pecho a su bebe es una actriz del cambio social. En la otra cara de la moneda están, claro, las mujeres que dan biberón, que no son actrices del cambio social, un maniqueísmo que asusta.
Sin embargo, creo que es importante no quedarse en la anécdota. Yo no sé. Tengo que aceptar que cuanto más aprendo sobre esto de la crianza natural más me gusta ..para el niño, para su autoestima, para su desarrollo. Más allá de la lactancia prolongada, cuyos beneficios están ampliamente demostrados (al menos mientras dura la lactancia, parece que para el largo plazo hay polémica), en el fondo, creo que tienen razón en lo que respecta al niño. Y creo que muchas madres trabajadoras vivimos con ese run run, la culpa que nos acompaña a las reuniones y duerme a nuestro lado por las noches. Creo que es honesto aceptar que sabemos que podríamos ser mejores madres si trabajáramos menos, una evidencia tan potente que es mejor no pensarlo mucho.
Entre las que se realizan plenamente en su maternidad y las que no quieren abandonar sus aspiraciones laborales, hay tantos casos como mujeres. Podemos hacernos ilusiones pensando que estamos unidas en esto, pero no es cierto. Nuestros intereses son divergentes y es muy difícil saber cuál es hoy el objetivo del feminismo.
He aquí algo que he observado. La maternidad trae desigualdad a la pareja. Parejas en las que el machismo era una cosa de risa, una antigualla. Cuando llegan los niños, uno de los dos tiene que dar un paso atrás y en la mayoría de los casos es la chica quien lo da.
El fenómeno cunde más entre mujeres menos cualificadas, pero no sólo. Del otro lado de la escala profesional muchas mujeres especialmente bien formadas abandonan sus aspiraciones para convertirse en verdaderas CEOs de las extra escolares de sus hijos. Es lo que el New York Times llama en 2003 the output revolution.
Curiosamente, necesitamos la ayuda del Estado para restablecer la igualdad en la pareja, algo que antes de la llegada de los niños era un tema tan íntimo como decidir quién ponía el lavavajillas. ¿y qué queremos? ¿más guarderías y más baratas? ¿que nos paguen por quedarnos en casa con los niños?
Hay que tener cuidado con lo que uno desea, no vaya a ser que se cumpla.
A día de hoy ninguna política familiar en Europa ha conseguido reducir la brecha salarial. En el caso de Suecia, el país más avanzado en estos temas, se ha conseguido aumentar la natalidad, gran logro… pero después del largo periodo de baja, sólo el 60% de las mujeres retoma su trabajo, y de las que vuelven, sólo la mitad lo hace a tiempo completo. Los hombres, en cambio, retoman sus trabajos con normalidad después de la baja (Catherine Hakim, Key issues in women work).
Según el Informe de igualdad entre hombres y mujeres 2015 de la Comisión Europea, el techo de cristal está más presente que nunca en Suecia con una brecha salarial de 15% (es del 7% en Italia, 13% en Portugal..) y sólo 10% de mujeres directivas. Es decir, pedir más baja tiene su peligro.
La realidad es tozuda. Los preceptos de la nueva madre (el porteo, el colecho, la lactancia prologada, los pañales de tela, la escolarización tardía) son bastante incompatibles con una carrera medianamente exigente y asistimos en toda Europa a un auge sin precedentes de las mujeres que dejan de trabajar por un tiempo o que eligen a trabajar a tiempo parcial (y comer delante del ordenador, pero este es otro tema).
Incluso, en los países en los que los modelos de nueva madre están más implantados, muchas han decidido dar la espalda a la maternidad, en plan todo o nada: En Alemania las mujeres que deciden no tener hijos son ya el 25%, una tendencia que el gobierno alemán no es capaz de revertir. Un gran poder implica una gran responsabilidad, ya lo dijo spiderman.
Leo estos días el magnífico artículo Why women still can’t have it all que Anne-Marie Slaughter, primera mujer Directora de Planificación del Departamento de Estado de Estados Unidos y mano derecha de Hillary Clinton, escribió en 2012, cuando decidió dejar el trabajo de sus sueños después de 19 meses, sólo por estar más cerca de su hijo adolescente que estaba pasando una mala racha. Me encanta porque nombra tres medias verdades que solemos aceptar como ciertas:
- Verdad a medias 1: Es posible si estás suficientemente comprometida. Es cierto que el éxito de la carrera profesional depende en gran medida del compromiso y la ambición. Pero, en un ambiente de márgenes apretados, competencia de los chinos y viajes internacionales en muchos de nuestros trabajos, quizá el compromiso no sea suficiente y lo que realmente hace falta es tiempo, justo lo que una madre trabajadora no tiene. Para una empresa convencional, es difícil aceptar directivas a tiempo parcial o con problemas para viajar. No hay política estatal que cambie eso.
- Verdad a medias 2: Es posible si te casas con el hombre adecuado.
Esta es más personal. La idea de que las mujeres pueden tener una carrera de alto nivel si reparten la carga de los niños con sus parejas de forma igualitaria (o incluso desproporcionada) parte de la base de que las mujeres se sienten tan cómodas como un hombre cuando están lejos de casa, siempre y cuando su pareja esté con los niños. En muchos casos esto simplemente no es verdad, en otros sí. Es un tema delicado, plagado de estereotipos. Depende de cada una pero a mi alrededor, en el caso de que alguno de los hijos esté sufriendo la ausencia o simplemente si uno intuye que estar cerca podría mejorar las cosas, las mujeres tienen resortes distintos y cuando tienen que elegir entre familia y trabajo, suelen priorizar la familia. Cuando un niño sufre los viajes de su madre, muchas llegan a la pregunta ¿quién me necesita más? Para Anne, tener la pareja adecuada es condición necesaria pero no suficiente.
- Verdad a medias 3. Es posible con la secuencia adecuada. Muchos argumentan que es cuestión de organizarse, la vida es muy larga y el hecho de que te bajes del tren durante un tiempo no quiere decir que no puedas volver a subir. Para Anne la adolescencia es un periodo de la crianza tan importante como los primeros años. Si tienes un hijo a los 25, terminará su adolescencia cuando tú tengas 43, edad poco propicia para iniciar una carrera. Si lo tienes a los 40, para cuando acabe su adolescencia tendrás 58 y probablemente ya no pasen muchos trenes. No hay una secuencia óptima pero está claro que las dos opciones implican renuncias que las mujeres tienen que hacer y los hombres no.
No sé. Para mí lo más preocupante de todo esto es que no hay a quién echarle la culpa o exigirle remedio. Ni los políticos, ni las empresas, ni las mujeres son culpables.
Sí hay muchas cosas que se pueden hacer: racionalizar horarios, alargar bajas, trabajar la igualdad en los colegios, prestigiar el cuidado de niños, en todas sus formas, como profesión.
Pero no podemos escapar a que es importante la presencia de la madre en la vida del niño y que esto implica renuncias muchas veces incompatibles con una posición de liderazgo.
Yo hay días que me levanto más en plan crianza con apego y otros días en los que me quiero parecer a Sheryl Sandberg, la de Facebook. Pero hay una cosa que tengo clara y que seguro que piensan también las suecas. Si lo sé no me mato a estudiar.
¿Y tú? ¿Cómo lo ves?
Me ha encantado tu reflexión, y ver que todas tenemos dudas, culpas e interés infinito por encontrar » el camino», sin saber que probablemente no exista…
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Muy bien escrito y como sueca te felicito por haber conseguido problematizar y no solo idealizar las condiciones sociales de mi pais de origen, que lejos estan de la imagen que se tiene aqui en España. Y sobre el tema en general, me gustaria añadir que creo que el dia que hayamos logrado la aceptacion (social, laboral, familial) de que no todas las mujeres somos iguales y queremos lo mismo y de que hacer las cosas de maneras distintas estan igual de bien y merecen el mismo respeto, ese dia ya habremos logrado mucho. Que a mi me sobran hoy en dia mucho el juicio a la mujer por las distintas formas de llevar la maternidad y la conciliacion….
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Muy interesante. Creo que aún falta mucho para encontrar una conciliación familiar aceptable y es tremendo cómo las mujeres tendemos a culparnos por todo. En este país hay que arreglar muuuchas cosas!
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Interesante análisis. Cuestiones que me llevan rumiando desde que dejé de trabajar – decisión consciente por las razones anteriormente mentadas – y llegando a casi la misma conclusión que tú, la de si lo sé, no me mato a estudiar… pero no. Yo me hubiera matado a estudiar, porque tenía que demostrarme cosas, para nada, sólo para demostrarme de qué era capaz. Yo soy de las que tuvo su primer hijo a los 40, trabajó hasta los 42, gané mucho, viví mucho y llegué a mucho, y por circunstancias de la vida, dejé de trabajar, y me dediqué a ver crecer a mis hijos, algo que cuando trabajaba, no podía, excepto en fines de semana. Me di cuenta de que nos han mentido, o nos han liado, o no sé qué, pero algo de error hubo en mi/nuestra crianza. Es incompatible ser una buena profesional y una buena madre. Como dicen los anglosajones, something’s got to give. Y sí, se puede ser una profesional decente y una madre decente, pero si quieres ser buena en una, hay que elegir. Los niños necesitan tiempo y el trabajo de responsabilidad también. Hay un error de planteamiento por algún lado, pero todavía no he pillado exactamente dónde está 😉
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Muy buen repaso, en los dos sentidos de la palabra 🙂
La igualdad parece que llegará cuando trabajemos tantas horas hombres y mujeres que lo demás dé igual.
Lo de la carrera profesional creo que es otro timo, la zanahoria para hacernos correr hasta que alguien más joven nos adelante.
Para mi el reto está en trabajar menos para vivir más. Y criar a nuestros hijos como si no los hubiéramos traído como carne para el Capital.
Un saludo, y enhorabuena por el blog.
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Yo creo que la raíz del problema es una falta de respeto al prójimo. Ninguna es más mujer, más madre, más feminista ni más moderna solo porque haga las cosas distintas a como las hace otra. Es una cuestión de prioridades: Toma las decisiones que te nazca de dentro tomar, y no critiques, no catalogues, no juzgues a los que toman otras diferentes. Porque nadie posee la verdad absoluta, nadie es más ni mejor que nadie.
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Estoy muy de acuerdo tanto con en el post como con este comentario. En mi caso soy hija de la primera generación de mujeres “sin sujetador” pero con madres “amas de casa” así que se podían permitir trabajar fuera de casa sin remordimientos porque las abuelas se encargaban de los niños. Ahora eso está mal visto o no es lo adecuado o las abuelas aún trabajan o no lo queremos o yo qué sé, pero no nos sirve. No nos es suficiente y llega el momento de decidir: ¿renuncio? O ¿#yonorenuncio? No sé si me entendéis…
Y es que yo tampoco sé dónde está el error de planteamiento, pero haberlo haylo.
Y yo también he estudiado mucho y no me arrepiento tanto de eso como de haberme partido los cuernos labrándome una carrera en plena crisis para llegar a este momento de ser madre de dos y desear tres pero saber que eso sería el fin del tercio del trabajo que mantengo. Por no mencionar que con los cutre-sueldos que tenemos también los universitarios-con-máster-idiomas-yunastragaderasenormes vivir solamente del sueldo del marido no es que esté demodé y huela a rancio machismo, es que es inviable.
Yo prefiero pensar que me han engañado a que me he equivocado. Duermo mejor. O al menos eso quiero pensar. De momento sobrevivo y mis hijos parece que tampoco lo están pasando demasiado mal 😉
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Muy bien post, muy inteligente 🙂 Yo estudie un doctorado y hoy por hoy tengo pocas oportunidades, o trabajo y me dedico a ello o cuido hijo y claro, prefiero lo ultimo y en casa podemmos darnos esas oportunidades. De haber sabido no estudio nada? No, lo hubiera estudiado igual porque tengo la experiencia ya, el saber no hace daño. Quiza no regrese a mi carrera pero todo el equipaje que me dio no lo cambio. Saludos, seguro vendre por aqui seguido.
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Totalmente de acuerdo contigo. El éxito laboral está sobrevalorado, y ese es el gran descubrimiento cuando te acercas a la jubilación: que la vida era otra cosa. Que lo importante, y lo único que te llevas, tiene más que ver con el abrazo de los tuyos frente a una derrota que con las batallas ganadas ahí afuera. Quizás la maternidad sea sobre todo una oportunidad que la vida le da a algunas para que que puedan entenderlo cuando el conocimiento todavía tiene alguna utilidad.
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En Holanda la maternidad es una profesión: por el primer hijo te dan un subsidio, por el segundo casi lo doblan, el cuarto te permite vivir con un sueldo equiparable a un cuadro medio. La seguridad social pone a tu disposición, después de cada parto, a una enfermera y una asistenta varias horas al día durante los primeros meses, y con una pequeña contribución puedes ampliarlo hasta un año. La baja laboral se reparte entre el padre y la madre, por ley. Conozco a una holandesa que, con cuatro hijas y cuarenta y cinco años, entró en el mercado laboral como aprendiz de constructor de violines, que le apetecía más que la carrera que había estudiado. En Holanda por supuesto, como en todos los países calvinistas, la evasión fiscal es un delito infame que te condena al ostracismo social de por vida. Pues bien, mi amiga holandesa se sigue planteando si se equivocó. Ahí lo dejo.
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Yo este post me lo pongo de cabecera y lo firmo haciendo el pino puente. Que una es madre con apego primero y súper profesional al día siguiente y esto es un sinvivir que los padres sufren desde la valla como observadores pero que no veo que acaben de sucumbir a tanta comida de olla. Gracias por las verdades a medias y por los puntos sobre las íes de Suecia, que nos gusta comprarnos sin profundizar mucho. Pero vamos, que la baja es corta y la sombra de la maternidad muy larga. Gracias. Desde ya, te sigo.
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